Carta de Adviento
Noviembre de 2020
Adviento
Queridos Hermanos:
Que la gracia y la paz del Espíritu Santo estén con nosotros siempre.
El Adviento, que comienza este año el domingo, 29 de noviembre, durante esta pandemia, será tanto un reto como, en un sentido, una alegría. Será un reto por las restricciones que continúan obstaculizando nuestra capacidad de celebrar como en el pasado. Será una alegría ya que marca el inicio de un nuevo año litúrgico y el final de un inusual y estresado año 2020. ¡Aleluya!
Como saben, el Adviento es un tiempo de esperar, de esperanza y anticipación con un enfoque tanto en el pasado – la llegada de Jesús como niño nacido en la pobreza, nacido como refugiado, en Belén – y el futuro, la llegada de Cristo en gloria para cumplir el amoroso propósito de Dios para la humanidad. Este año tenemos un tiempo para reflexionar sobre los retos del pasado año marcado por la llegada del Covid-19 y cómo hemos respondido en la fe mientras muchos han luchado. Nos permite esperar, sin duda por la llegada de la vacuna prometida para traer alivio a millones, pero también con paciencia para el momento en que podremos reunirnos de nuevo, abrazarnos y celebrar como Iglesia y como familia.
El misterio de la Encarnación, tan querido por el padre Judge y clave de la espiritualidad de nuestro Cenáculo, nos invita a estar conscientes de la profunda verdad de que Dios, en Jesús, se vistió de nuestra humanidad. Para ayudarnos en nuestra reflexión personal y comunitaria sobre este misterio, el Comité de Vida Espiritual pronto ofrecerá un formato para el Día de Reflexión de Adviento.
Además, para ayudarlos a ustedes y los necesitados en sus misiones, cada Cenáculo está autorizado a solicitar del TGO $1,000 adicionales para propósitos caritativos.
Como Congregación tenemos muchos motivos para estar agradecidos – recuerden, por favor, en sus oraciones y misas a nuestros leales y generosos donantes, bienhechores, Compañeros en la Misión y otros quienes apoyan nuestra vida y misión. Sean testigos de la esperanza para aquellos que la han perdido, alegría para los abatidos, una voz para los marginados sin voz, y la presencia de Cristo para los abandonados.
Mis pensamientos y oraciones personales acompañan a cada uno de ustedes, a todos los que están en formación y aquellos que contemplan acompañarnos. Gracias a cada uno por su fiel testimonio.
En la Santísima Trinidad,
Michael K. Barth, S.T.
Custodio General